Reflexiones sobre Union Station: un ensayo de D.J. Waldie

Waldie 1Con motivo del 75 aniversario de Union Station, Metro creó una publicación conmemorativa especial: “Union Station: 75 Years in the Heart of LA” (“Union Station: 75 años en el corazón de LA”), que contiene ocho ensayos escritos y cinco fotográficos de los autores John C. Arroyo, William D. Estrada, Stephen Fried, Rafer Guzman, David Kipen, Marisela Norte, D. J. Waldie y Alissa Walker. Todos serán publicados en The Source y El Pasajero. La serie fue editada (en la versión en inglés) por Linda Theung, editora y escritora que reside en Los Ángeles.

Union Station: una y otra vez

Por D. J. Waldie

Si fuera posible que un lugar tuviera sus propios recuerdos, ese lugar sería Union Station en Los Ángeles. Debido a que este lugar es el eje del sistema regional de transporte de Metro y una terminal de trenes, la gente se apresura cuando pasa a través de ella, pero el pasajero paciente que se sienta en una de las sillas que semejan tronos en la sala de espera o que se dirige a los patios adyacentes inevitablemente se sale por unos instantes de la cotidianeidad y entra en el tiempo de la estación.

Hubo una época en la que un gigantesco sicomoro daba sombra a los ancianos nativos tongva que debatían sobre las disputas del pueblo a unos cuantos pies de donde se colocarían las vías de la estación. La llegada de los colonizadores españoles desde Sonora y Sinaloa en 1781 desplazó a los ancianos y a su pueblo. El sicomoro sobrevivió, creció más de 60 pies de altura y se extendió por casi 200 pies, hasta que cayó en 1892.

Posteriormente, el vecindario que creció alrededor del sicomoro era tan diverso culturalmente que los herbolarios chinos tenían que lidiar con las tiendas de tablillas de los pacifistas rusos molokans y los refugiados de la Revolución de México. Las tiendas y los inquilinos fueron desplazados en 1936 para la construcción de Union Station.

Algunos de los refugiados mexicanos se habían convertido en vendedores en Olvera Street. Algunos de los chinos se mudaron a New Chinatown, no muy lejos. Para el diseño, los constructores de Union Station replantearon la imagen de Los Ángeles para los turistas. Algunas de sus primeras vistas serían fantasías de exotismo.

Para llegar a la estación, la mayoría de los pasajeros tenían que pasar por el Valle de San Fernando, por campos de orquídeas y ranchos en la década de 1940 y por lotes de casas suburbanas en la de 1950. Conforme se acercaban a la estación, el tren seguiría el trazo del Río de Los Ángeles, un lugar abierto en 1939, pero un canal de concreto para 1945.

Los pasajeros que llegaban en esos años tenían que descender de sus vagones Pullman, caminar por un túnel con ecos bajo las vías y entrar a la estación, un espacio monumental y deferente, diseñado para impresionar y tranquilizar. Afuera, Los Ángeles se extendió y luchó para ofrecer al viajero, la opción, si era capaz de pagar el precio, de reinventarse eternamente.

Adentro, en el minuto o dos que tomaba caminar bajo los techos pintados y las olas de coloridos azulejos en los muros, Union Station tendría que haber tenido suficiente tiempo para decirle a los recién llegados: “Han venido a Los Ángeles, donde domina la luz brillante, pero vean cómo está templado este espacio, estas fuentes y estos árboles con flores”. La primera experiencia de los viajeros sobre Los Ángeles era esa brillantez transformada.

El patio norte.

El patio norte.

El patio sur.

El patio sur.

Los pasajeros que llegan hoy a Union Station a bordo de los trenes de las líneas de Metro Roja y Púrpura o de Metrolink y Amtrak pasan a través de la misma luz, que no ha cambiado en 75 años. Los pisos de mármol están marcados por las huellas de vacacionistas, aspirantes a estrellas y todas las de aquellos que llegan o abandonan Los Ángeles y, si tú no te puedes poner en sus zapatos, te puedes poner a ti mismo en la luz que encontraron. Esto te pone fuera del tiempo ordinario. Es todavía la luz que no es de ningún otro lugar más que de Union Station.

Las sombras son las mismas también. Debido al frecuente escape del aire sobre el centro, las sombras en Union Station son agudas y profundas, como si hubieran sido dibujadas con una regla y luego pintadas con tinta. Las sombras están ahí por el diseño, para dar abrigo en las grandes arcadas, en contraste con el blanco de los muros y el movimiento a lo largo del día del peso estático del edificio. John y Donald Parkinson, los arquitectos supervisores de la estación, entendieron las sombras de Los Ángeles y cómo el hacer una pausa en ellas invita a la ensoñación.

Patrones

Patrones efímeros de luces y sombras en el concreto y el mármol. Cortesía de Los Angeles Railroad Heritage Foundation Collection.

US sombras

En el ensueño de concreto de Parkinson, donde se mezclan los estilos del Renacimiento Español con el Art Deco, Union Station aparece como si proviniera de una historia alterna, de un pasado imaginario de Los Ángeles, donde los artesanos moros adornaron una basílica de Andalucía con azulejos geométricos, donde jardineros franciscanos cultivaron pequeños paraísos de olivos y naranjos y donde es posible aún ahora deslizarse del presente al pasado y regresar otra vez como en un pasadizo de sombras.

La luz y la oscuridad transitorias todavía forman patrones en las paredes de mármol travertino de Montana dentro de Union Station, marcando el tiempo local sin referencia a los relojes que indican los horarios de los trenes y autobuses. Y hay patrones igualmente durables en los 75,000 pies cuadrados de pisos de mármol y concreto, en los paneles de cerámica brillante, en las bancas de azulejos y en los alrededores de las entradas e incluso en los ladrillos de los patios. Los patrones de azulejo y piedra que se mezclan en Union Station son en parte moros y españoles y en parte mexicanos, nativoamericanos y Art Deco de Hollywood.

Rosetas pálidas sobre un fondo azul adornan las paredes del Antiguo Salón de Boletería. Un diseño en zigzag de azulejos en ocre, siena, café y amarillo continúa hasta lo que era el vestíbulo. Ocho estrellas se repiten en la emparrillada de mampostería sobre el vestíbulo que da a la Calle Alameda y a través de la estación. Hay cuartetos de loros en las paredes del por ahora cerrado restaurante Fred Harvey y asientos de cuero mexicano en  las cabinas. El piso del restaurante semeja una alfombra Navajo en azulejo español de Valencia en terracota, blanco y negro diseñado (como todos los espacios de comercios en Union Station) por Mary Colter, la arquitecta del restaurante Fred Harvey.

US azulejos 1

US azulejos 2US azulejos 3En algún punto entre la estética y la religión está la idea de que un patrón de formas simples que se repite sobre una superficie puede ser una metáfora del orden de un universo con conocimiento. Las bancas, los arcos, las entradas de las puertas, los caminos, las paredes y los pisos de Union Station tienen hermosos patrones y continúan así una confesión silenciosa de la fe de quienes hoy pasan por ahí.

Los votantes de Los Ángeles creyeron en Union Station mucho antes de que se construyera. En 1926, aprobaron de manera abrumadora la construcción de una estación que uniría las tres líneas transcontinentales de la ciudad: la Union Pacific, la Southern Pacific y la Atchison, Topeka y Santa Fe. El público vio principalmente la utilidad y la conveniencia. Los poderosos corredores de bolsa vieron el futuro que querían que su ciudad encarnara.

Algo de sus aspiraciones está en la gran vista que hay desde el elegante vestíbulo hasta el Antiguo Salón de Boletería, con una altura de cinco pisos y con mostradores de 115 pies bajo arcos de imitación de madera y seis candelabros, cada uno de los cuales pesa más de una tonelada. Afuera hay un verdadero paisaje—árboles de pimiento morrón, jacarandas del Amazonas y palmas mexicanas– intentan resumir una visión del soleado y abundante Sur de California. Es en la torre del reloj de la estación y en la fachada opuesta a la plaza donde empieza realmente el pueblo de Los Ángeles.

US boletería

Union Station no sólo es un hermoso edificio. Es también una lección acerca del poder y el tiempo.

Para los constructores de la ciudad de Los Ángeles, se suponía que un romántico pasado español y mexicano se iba a mezclar fácilmente con el presente para obtener una máquina triunfante del mañana, justo como lo diría la arquitectura de Union Station.

Fuera del diseño quedaron otras figuras, en su mayoría gente de las minorías, que se resistió a encajar dentro de la síntesis para consolidar el pasado y el futuro. Las quejas de los extranjeros sobre lo que Los Ángeles debió ser no están satisfechas con el eclecticismo informal de Union Station o los destinos turísticos de New Chinatown y Olvera Street o la acrópolis de granito que eventualmente se alzó en Bunker Hill.

Cuando Union Station se abrió en mayo de 1939, todo en ella reflejaba el deseo de la ciudad de ser a la vez moderna y nostálgica. La vista de hoy de Union Station es mucho más complicada.

Los recuerdos, algunos difíciles, inundan la estación. Un tren se detenía en Union Station cada 15 minutos en los años de la guerra entre 1942 y 1945. La mayoría de esos trenes llevaban tropas; algunos regresaron a Union Station como muertos en combate. Algunas veces, hasta 20 ataúdes con militares pasaron a través del departamento de equipajes todos los días; más llegaron después procedentes de Corea y posteriormente de Vietnam.

Sin embargo, algunos recuerdos de Union Station son mucho más brillantes: las estrellas de cine Humphrey Bogart y Lauren Bacall, Errol Flynn, Kim Novak, Margaret O’Brien, y Virginia Mayo, quien tenía su retrato pintado en el Super Chief que iba a New York; los cantantes Mary Martin, Marion Anderson y Elvis Presley; y celebridades como Madame Chiang Kai-shek, Su Santidad, el reverendo Dr. James F. Jones (mejor conocido como profeta Jones), Lord y Lady Halifax, Jim Thorpe y Ty Cobb.

Otros recuerdos son más anónimos. Después de meses y millas de separación, las esposas de militares durante la guerra se reencontraban con sus maridos en el vestíbulo. Los internos japoneses-americanos que regresaron en 1946 de un campo de reubicación en Arkansas se encontraron a 400 marines que acababan de regresar de la guerra del Pacífico. Dos mil integrantes de la Orden Arábica de los Nobles llegaron a la estación en 1950, al igual que los delegados de la Convención Nacional Demócrata en 1960.

Todo lo que se necesita es poner atención a los patrones, vistas, sombras y luces y conocer algunas historias para evocar los recuerdos de la estación y dejar que uno se deslice por el tiempo a través de reuniones familiares y despedidas, del aburrimiento de los viajeros entre los trenes y de las piezas que representan a Los Ángeles para que quienes llegan en tren posean la estación.

Union Station es un centro de transporte multimodal y un símbolo del optimismo durante la Depresión. Es un ícono de la arquitectura glamorosa y una sobreviviente de las antiguas suposiciones de Los Ángeles que todavía hoy complican la ciudad. Union Station es un actor de carácter en el cine y una máquina activa del tiempo.

US reloj

Es divertido tener la opción de estar en más de una época cuando se está en un lugar. Pero deslizarse a través del tiempo en Union Station sirve a un propósito más allá del entretenimiento. Los angelinos sufren de un olvido voluntario acerca de cómo se construyó su ciudad y de qué está hecha.

Union Station resiste la amnesia común de la ciudad. Ella recuerda por ellos.

El viajero que toma una pausa ahí encontrará a Los Ángeles como se espera que sea (con sus fallas), como es hoy y como podría ser.

D. J. Waldie es el autor de Holy Land: A Suburban Memoir, Where We Are Now: Notes from Los Angeles y otros libros sobre el Sur de California. Es colaborador de Los Angeles magazine y editor de Los Angeles Times.