Gladys Lowe carga sobre sus hombros con una de las responsabilidades más fuertes de Metro: forma parte del equipo que administra los fondos de los programas federales y estatales que recibe la agencia para construir y operar sus instalaciones y sistemas.
Sentada en la luminosa oficina que tiene en el piso 23 de Metro, donde es directora de Administración y Programas, Lowe revela que además de manejar los fondos de Metro, se ocupa de prestar ese servicio a más de 20 agencias de transporte de ciudades pequeñas que no tienen suficientes recursos para hacer ese trabajo.
Precisa que cada año su departamento maneja un presupuesto de entre 500 y 800 millones de dólares. “Ahora, sin embargo, tenemos más de mil millones de dólares por todos los proyectos que están en desarrollo”.
Lowe explica que, fundamentalmente, su trabajo consiste en llenar solicitudes y cumplir con todos los requisitos que piden tanto el gobierno federal como estatal para que Metro reciba los fondos que le fueron asignados.
“Es”, dice, “un trabajo complejo para que el que ninguna escuela te prepara. Se aprende sobre la marcha”.
Sin embargo, puntualiza que ayuda mucho tener un historial, como ella, en negocios, computación y contabilidad.
Lowe, nacida en Puerto Rico, tiene un bachillerato en Ciencias de Computación en la Universidad Técnica de Bayamón y una maestría en Negocios en la Universidad Estatal de California en Los Ángeles.
Cuenta que llegó con sus padres a la Florida cuando tenía 26 años, en busca de un mejor futuro. Para Lowe, la llegada a este país fue un “shock cultural”, sobre todo por el idioma. “Cuando uno llega aquí se da cuenta que el inglés que le enseñaron en la escuela no es suficiente, tiene que empezar de cero. Además, extrañaba mucho las playas de mi país, que son fantásticas”.
Ella y sus padres se establecieron en una pequeña ciudad llamada Quisine al oeste de Orlando, que es primordialmente agrícola y donde la vida transcurre de manera apacible. Ahí conoció a quien sería su esposo y, debido a que las oportunidades de trabajo eran escasas, decidieron probar fortuna en Los Ángeles.
Aquí Lowe se enfrentó otra vez a un cambio drástico y le costó trabajo adaptarse. “Ya me había acostumbrado a la tranquilidad de la Florida y fue muy impactante llegar a una ciudad tan grande, con tanto tráfico y con la imagen de inseguridad que yo tenía de ella”.
No obstante, asegura que el cambio fue positivo desde el punto de vista profesional y económico.
Tanto ella como su esposo consiguieron trabajo en lo que era Rapid Transit District, que con los años se convertiría en Metro.
“Empecé a trabajar de manera temporal, me llamaban cuando me necesitaban. A los dos años conseguí quedarme ya de forma permanente y aquí sigo, desde 1991. En esos años he escalado varios puestos hasta llegar a donde estoy”, dice con una sonrisa.
La clave para escalar, dice Lowe, es la dedicación y el entusiasmo. “Siempre hay que hacer más de lo que se espera de uno. Hay que ponerle muchas horas al trabajo, especialmente si estás en una etapa de aprendizaje, son muchos sacrificios, pero al final tienen su recompensa”.
La mayor satisfacción para Lowe es que sabe que su trabajo se traduce en un servicio para el público. ‘Me siento compensada cuando veo que lo que hago va a ayudar a mucha gente que utiliza el transporte público y eso les va a hacer la vida más fácil”, asegura.
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