Samuel Rodríguez, del grafito a las galerías de arte

Samuel Rodríguez creció en un vecindario de San José, California, en el que abundaban las pandillas. Cuando tenía 11 años decidió unirse a uno de estos grupos para sentir que era aceptado y empezó a pintar grafito, pues le atraían el dibujo y la pintura.

Como resultado de esta actividad, tuvo innumerables dificultades con la ley. “Me arrestaron varias veces, yo quería salir de ese círculo, pero entre más grafito pintaba, más me gustaba. El problema era que nadie me decía que yo podía ser pintor sin necesidad de dedicarme al grafito”, confiesa Rodríguez, cuyos padres son de origen mexicano.

El círculo vicioso terminó cuando llegó a la vida de Rodríguez una mujer salvadoreña con una idea genial: incorporar a los jóvenes que practicaban el grafito al mundo del arte convencional. “Ella nos invitó a participar en exposiciones que hacía en galerías y a partir de entonces para mí empezó una nueva etapa”, recuerda. “Me dí cuenta que con el grafito no sólo estaba al margen de la ley, sino que mi trabajo estaba expuesto a  un grupo muy pequeño de personas; en cambio, con la pintura, mi obra podía ser vista por mucha gente”.

Rodríguez comenzó a tomar clases de arte en la preparatoria y a interesarse por el trabajo de los grandes maestros del muralismo mexicano. “Me sentí muy influenciado, en un principio, por artistas como Diego Rivera”, dice el joven, quien posteriormente estudió en la Escuela de Arte de San Francisco.

Su primera oportunidad de trabajo la obtuvo a través de Sandy Close, directora y fundadora de la organización New America Media. “Gracias a ella me dí cuenta que  mi trabajo como artista valía e incluso podía ganar dinero”, subraya.

La confianza de Rodríguez en sí mismo como artista se fortaleció  más cuando el año pasado concursó para crear el arte público para una de las nuevas estaciones de Metro y ganó. “Me sentí muy honrado y contento de que hubieran escogido mi trabajo, porque para mí representa el largo camino que he recorrido desde que empecé a pintar grafito cuando era un niño, hasta ahora que ya me consideran un verdadero pintor”, puntualiza.

El hecho de haber ganado este concurso representa también para el artista –quien diseñó el arte de la estación Jefferson de la línea Expo- la posibilidad de expresar su experiencia personal en el transporte público.

“Yo he viajado toda mi vida en autobuses y en trenes, así que decidí plasmar todas esas vivencias en la propuesta que hice a Metro para concursar”.

Básicamente, puntualiza, el concepto de sus pinturas -21 en total- consiste en narrar sus experiencias a bordo del transporte público. “Lo que hice fue tratar de representar lo que uno va pensando o imaginando cuando viaja. Generalmente se encuentra uno con mucha gente pero no interactúa con ella, va sumido en sus pensamientos”.

Las imágenes de Rodríguez –quien además de pintor trabaja como diseñador gráfico- presentan a diferentes tipos de pasajeros: niños, jóvenes, adultos, mujeres y hombres, cada uno en su propio mundo y con sus propios sueños y fantasías. “Lo que reflejan mis pinturas, dice el artista, es esa dualidad del mundo físico que coexiste con el mundo de los pensamientos”.

Rodríguez subraya que los artistas y los factores que tienen cierta influencia en su obra han cambiado con el paso del tiempo. “En un principio me atrajeron los muralistas mexicanos, pero ahora absorbo todo lo que está a mi alrededor. Como mi esposa es de Vietnam y tenemos una hijita de cinco años, ahora me siento muy influenciado por todo lo relacionado con la cultura y la historia de ese país, desde los programas de televisión hasta los periódicos”, asegura.