Roberto Cálix recuerda como si hubiese sido ayer el día que llegó a Los Ángeles, procedente de El Salvador. “Fue el 14 de febrero de 1966. No se me olvida porque para mí venir a Estados Unidos fue lo mejor que me podía pasar. Tenía solamente seis años, pero ya sabía que este era el país de las oportunidades”, dice.
Cálix viajó solo y venía a reunirse con su madre, que trabajaba en Beverly Hills como ama de llaves. En el trayecto, tuvo la suerte de encontrarse con una mujer que lo cuidó hasta que llegaron al aeropuerto. “Cuando me encontré con mi mamá le conté de la señora que, por cierto, era preciosa pues se parecía a Natalie Wood. Pero por más que la buscamos no la encontramos para darle las gracias”.
La vida, sin embargo, le doy la oportunidad de encontrarse una vez más con la buena samaritana. “Al año de estar aquí volvimos a El Salvador y en el avión, aunque parezca increíble, la persona que se sentó a mi lado era la señora. Me sentí feliz porque al fin tuve la oportunidad de agradecerle”, relata Cálix con un gesto de satisfacción.
Para él, esta anécdota no es una simple coincidencia sino la muestra de que hay cosas inexplicables, especiales, que marcan la existencia de los seres humanos.
En su caso, desde que llegó a Estados Unidos, su vida ha estado marcada por las oportunidades que se le han presentado y que lo han llevado, de ser un niño inmigrante sin muchos recursos, a un funcionario que trabaja en un área vital para Metro: la planificación del transporte en la ciudad de Los Ángeles con el fin de reducir el congestionamiento vial.
Frente al ventanal de su oficina, por donde se aprecia una vista panorámica de la metrópoli, Cálix, gerente de Planificación de Transporte (Transportation Planning Manager), asegura que tiene el empleo ideal. “Es un trabajo que me llena de satisfacción porque me permite contribuir directamente a mejorar la calidad de vida de los angelinos”.
Cálix explica que algunas de las tareas que desempeña tienen que ver con la recaudación de fondos federales para ayudar a las 88 ciudades que integran el condado de Los Ángeles a implementar sus proyectos de transporte en base a las propiedades que se piensan desarrollar, ya sea viviendas, edificios comerciales o industriales.
El funcionario, quien estudió Administración de Empresas en la Universidad de California en Berkeley, ingresó a Metro en agosto de 1995. De entonces a la fecha ha trabajado para siete departamentos, entre ellos los de Mercadotecnia, Construcción, Relaciones Comunitarias, Planificación y Pronósticos de Viajes.
Aunque en todas estas áreas ha tenido logros y satisfacciones, recuerda con especial aprecio la época en que era portavoz de Metro para los medios de comunicación en español. “Fue un trabajo que me gustó mucho porque me dio la oportunidad de tener una visión global de Metro y de la importancia del trabajo que hace cada departamento. También me dio la oportunidad de conectarme con la comunidad de habla hispana y de comunicar tanto los logros, como los retos y problemas de la agencia de una manera más amplia”, dice.
Otra de sus grandes satisfacciones fue el haber ayudado a implementar la política de que Metro ofreciera trabajos a la comunidad local durante la construcción de sus proyectos. “Anteriormente esto no se permitía, pero cuando trabajé en la construcción de la Línea Dorada, junto con Diego Cardoso contribuimos a que se aplicara esa política”.
Cálix contribuyó también a desarrollar un programa de Metro para establecer un fondo de mitigación para reconstruir las viviendas derruidas por obras de transporte.
Pero sin duda su mayor satisfacción y orgullo es su familia. “Estoy casado desde hace 22 años con una mujer muy hermosa de Culiacán, Sinaloa y tenemos seis hijos, de los cuales cinco son músicos. Dos tocan el piano, uno el clarinete, otro el cello, otro la flauta y otra canta como los ángeles. Podríamos formar una orquesta”, dice con un brillo especial en la mirada.
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