De pequeño, Raoul de la Sota sufría de asma. Por esa razón casi no salía a la calle ni tenía amigos. Fue así como empezó a desarrollar el gusto por lo que más tarde se convertiría en su pasión: la pintura.
Desde un principio, se dedicó a pintar paisajes. “No me interesé por el arte urbano como otros artistas chicanos precisamente porque pasaba la mayor parte del tiempo solo, en mi casa”, explica el artista, quien nació y creció en Los Ángeles en el seno de una familia mexicana, con antepasados de diversos orígenes.
“Mi papá era de Veracruz y tenía sangre española, de los vascos. Y mi mamá era de Chihuahua, de la sierra tarahumara, pero su padre era irlandés. Por esa razón yo no me veo como un mexicano típico, soy alto y pálido, mucha gente cree que soy europeo”, dice en tono de broma.
Pero más allá de su apariencia y del lugar donde nació, De la Sota afirma que se considera mexicano y que su arte refleja justamente ese amor y predilección por la tierra donde nacieron sus padres.
De la Sota estudió pintura en Los Angeles City College y después en UCLA, donde obtuvo su maestría. Luego de graduarse ganó una beca para irse a estudiar un año a Perú. Esa experiencia le cambió la vida para siempre pues a partir de entonces empezó a interesarse por las culturas indígenas.
Su inclinación por las creencias y tradiciones de los pueblos prehispánicos se acentuó más con un viaje que hizo posteriormente a México. “Antes de visitar Latinoamérica, mi pintura tenía una gran influencia del arte europeo porque eso fue lo que aprendí en la escuela. Pero después de visitar Perú y sobre todo los estados de Chiapas y Oaxaca en México empecé a estudiar la historia y cultura de los indígenas y desde entonces ésa ha sido la principal influencia para mí”.
Aunque la temática de los paisajes ha sido una constante en su obra, De la Sota precisa que el cambio se ha dado en los colores y en la perspectiva. “En mis primeras pinturas los colores son más claros, por ejemplo, la tierra es de color arena. Ahora tiene un tono más oscuro, como de sangre quemada porque es un reflejo de la historia de México, de las luchas que dio el pueblo contra los españoles, los estadounidenses y los franceses”, apunta.
El artista agrega que muchos catalogan sus obras como paisajes espirituales por la importancia que le da a la visión que tenían los indígenas del cosmos y a los simbolos de su cultura, como las montañas, el maguey y el nopal.
En 2003, De la Sota fue seleccionado por Metro para realizar un cartel en el que refleja precisamente esa visión. “Se trata de un paisaje de Highland Park en el que se muestran las luces, las palmeras y los carritos de la ciudad. Y en el cielo aparecen constelaciones que tienen forma de una ballena y de un pájaro, que era como las veían los antiguos pobladores de esta region”, explica.
Posteriormente, en 2007, Metro le encargó que hiciera un mural para el edificio de la División 9 en El Monte, al que De la Sota llamó “The San Gabriel Valley, forward to the past” (“El Valle de San Gabriel hacia el pasado”) que constituye también un homenaje a las creencias de los indígenas que habitaron la zona.
El pintor asegura que se siente muy satisfecho de las obras que hizo para Metro porque constituyeron un reto. “Para hacer el mural de El Monte tuve que aprender a pintar en aluminio. Fueron cuatro paneles de cuatro por cinco que luego se unieron y el resultado es una obra de 20 pies de alto que, cuando la veo, casi me desmayo”, dice entre risas.
A lo largo de su carrera, De la Sota ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el Arts America Grant y está incluido en los dos volúmenes de “Contemporary Chicana and Chicano Art”, publicado en 2002 por Arizona State Press. Su trabajo ha sido exhibido en San Diego, Los Ángeles, Washington, España, Perú, Oaxaca y Morelia.
Además de pintor, De la Sota es maestro de arte en Los Angeles City College y es ahí, dice, donde ha recibido las más grandes satisfacciones. “Yo acostumbro regalarles a mis mejores alumnos el cartel que hice para Metro. Y hace poco, uno de mis estudiantes me dijo: ‘Hey, ese cartel es el mismo que me robé de un autobús’. Ese el mejor elogio que he recibido”, subraya el artista.

Mural de 20 pies de alto, pintado en aluminio, que se encuentra en el edificio de la División 9 de Metro, en El Monte.
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