Lorena Arellano: de conductora de autobuses a controladora en el BOC

Como controladora del Centro de Operación de Autobuses (BOC) Lorena Arellano no tiene tiempo para distraerse ni un segundo. En todo momento debe estar al pendiente de los monitores que muestran lo que ocurre en los vehículos de Metro para asistir a los conductores en caso que tengan algún problema, ya sea una descompostura, un accidente, un bloqueo inesperado en una calle o bien un asalto o problema médico con un pasajero.

“Casi todos los días pasa algo diferente. Por ejemplo, hace unas semanas a un autobús le estalló una llanta y la conductora iba sola en la autopista. Como empezó a salir mucho humo, los otros conductores le empezaron a hacer señas, ella me llamó para pedirme ayuda y le envié a un mecánico”, relata Lorena.

Siempre amigable y dispuesta a prestar ayuda, Lorena recuerda que uno de los incidentes que le dio más satisfacción fue cuando hablaron para reportar como perdido a un anciano que padece Alzheimer. “Inmediatamente mandé mensajes a todos los conductores de autobuses y, después de varias horas, uno de ellos me habló para decirle que ya lo habían localizado. Todos aquí lo festejamos, fue una satisfacción muy grande”, recuerda.

Lorena entró a trabajar a Metro en noviembre de 2001, un poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. “Esa fecha me cambió la vida porque yo tenía un puesto de telas en un swap meet para poder completar mis gastos. Pero después de que se cayeron las torres de Nueva York, la gente dejó de ir, bajó mucho el negocio y fue entonces cuando alguien me sugirió pedir trabajo en Metro y así lo hice”.

El día que se presentó a llenar su solicitud, Lorena dice que solamente había dos tipos de puestos que podía solicitar: de limpieza de autobuses y de conductora. “Sentí que el de limpiar no me iba a gustar, no me imaginaba haciendo eso, así que mejor puse que quería ser conductora”.

Cuando llegó a su casa y les platicó a sus hermanos, dice que ellos se burlaron. “Me dijeron que no me iban a dar ese trabajo porque no tenía experiencia manejando y además porque soy muy bajita, mido 5’2”. Pero, para mi sorpresa y la de ellos, me hablaron para ofrecerme el trabajo. Fue algo increíble”, asegura sonriendo.

Lorena pasó muy bien su entrenamiento y pronto se convirtió en una experimentada conductora a la que le encantaba manejar por todo Los Ángeles. “Conocí muchas partes que ni siquiera me imaginaba que existían y también hice muchos amigos, fue una gran experiencia”, señala.

Después de manejar autobuses por cinco años pasó a ser supervisora de conductores en las calles y finalmente la promovieron a su puesto actual que, asegura, es el que más le ha gustado por la gran oportunidad que tiene de ayudar tanto a conductores como a pasajeros para que lleguen sanos y salvos a su destino.

Lorena es la mayor de tres hermanos y nació en Nayarit. Cuenta que llegó a Estados Unidos cuando sólo tenía ocho años. Creció en el sur de Los Ángeles y desde muy jovencita tenía varios trabajos a la vez para poder sacar adelante a sus tres hijos ella sola. “Tengo una hija de 23 años y dos varones, uno de 22 y el otro de 19. A los dos mayores les gustaría ser chefs, así que a lo mejor ponemos un restaurante, y el más chico estudia mecánica”, dice.

Asegura que permanece soltera por elección, pues está contenta consigo misma y con sus hijos, que son su vida. En cuanto a su trabajo, subraya que le llena de alegría y satisfacción y, aunque está conforme con lo que hace, confiesa que algún día le gustaría ser instructora de choferes, para compartir sus experiencias detrás del volante.