María Jobean viaja de La Puente al Este de Los Ángeles solamente a comprar los “Churros Don Abel”. José Piñedo viene desde El Monte mientras que Irene Pan se traslada de Walnut a este pequeño puesto móvil de las llamadas “frutas del sartén”.
Jobean descubrió la churrería hace cuatro años y desde entonces se hizo cliente regular de los clásicos churros y en ocasiones se lleva hasta 24 piezas. A la residente de La Puente no le pesa recorrer casi 20 millas pues dice que la sazón que tienen le recuerda a su natal México.
“Me acuerdo de cuando estaba pequeña y vivía en México con mi familia. Es melancolía la que siento”, comenta la señora. “Los sábados me gusta venir porque dan café de olla y con este frío apenas se antoja”, agrega.
El negocio de don Abel es un puesto de metal acondicionado con un cazo y dos cacerolas que remolca diariamente al bulevar Whittier.
Se especializa en churros clásicos bañados en azúcar y canela, pero también cuenta con los llamados “churroschiny” con cajeta de fresa y leche condensada y “plátano frito” que también acompaña con cajeta de fresa y leche condensada.
Piñeda se inclina por los “churroschiny”. Desde hace seis meses es cliente semanal del negocio y asegura que no hay otro churro mejor que el de don Abel.
“He probado muchos y estos son los que me gustan más y por eso los recomiendo”, comenta Piñeda mientras que ve con cautela a un grupo de jóvenes orientales que se acerca al “changarrito”. Se trata de Irene Pan y sus amigos que vienen a corroborar si el sabor de los productos es tan bueno como les dijo uno de sus conocidos.
“Un amigo nos dijo que estos churros estaban deliciosos y venimos a probarlos”, expresó la joven al mismo tiempo que se saboreaba uno.
El secreto de los Churros Don Abel proviene de una receta milenaria de sus antepasados, quienes también eran churreros. Sus abuelos y tíos se dedicaban hacerlos y venderlos en su natal Autlán, Jalisco. La misma tierra que vio nacer al famoso guitarrista Carlos Santana.
“Este es un negocio familiar. Mis sobrinos y mi hijos trabajan conmigo”, platica don Abel, quien ahora va por el tercer puesto.
“Comencé hace seis años y tuve que regalar muchos churros para que la gente conociera mi producto y así me hice de clientes”, agrega.
Don Abel siempre trabajó largas jornadas laborales en restaurantes que no le permitían estar con su familia.
“Ahorré lo suficiente y abrimos el negocio. Así puedo convivir más tiempo con los míos”, comenta con satisfacción.
El puesto Churros Don Abel está ubicado sobre el bulevar Whittier y la avenida Hoefner en el Este de Los Ángeles. Los precios son muy accesibles: $5 dólares por una bolsa de 10 churros, 12 churroschinys cuestan $10 dólares y el plátano frito tiene un precio de $5 dólares.
De lunes a jueves está abierto de las 12 p.m. a las 10:30 p.m. De viernes a domingo abre de 10 a.m. a las 11 p.m. Estos días regala café de olla.
Para llegar en Metro puedes tomar la línea de autobús 18 ó la línea de autobús Roja Rápida 720 a la Hoefner Ave. Para otras alternativas, utiliza el Trip Planner.
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