Brandon Pérez es un “Dreamer”, un soñador que se prepara para ser maestro de química en el Colegio de la Ciudad de Pasadena (PCC). Sus días comienzan a las 4:40 de la mañana y terminan casi a las 10 u 11 de la noche y eso si le va bien. Trabaja, estudia y pasa gran parte del día viajando en los trenes y autobuses de Metro, donde aprovecha para hacer sus tareas o estudiar para los exámenes.
“Me gusta viajar más en los trenes porque hay más espacio para hacer la tarea. Los autobuses van más llenos y son más incómodos”, platica el joven, de 22 años.
Y lo dice por experiencia. El estudiante conoce muy bien el horario de las rutas de las líneas de autobús 18, 720, 762, 260 y de las líneas Roja y Dorada del tren que son las que toma en su recorrido diario.
Brandon vive en el Este de Los Ángeles y trabaja en la tienda H&M del centro de 6 de la mañana a 2 de la tarde. Después corre al PCC, donde sus clases terminan a las 10 de la noche.
“Es una jornada larga, pero ya me acostumbré”, comenta.
La vida de Brandon no ha sido fácil. Inmigró a los 12 años proveniente de México. Vive con su papá, quien lo ha impulsado a que estudie y sea alguien en la vida. Este es su último año en el PCC y después se transferirá a la universidad a estudiar química. Cuenta que cuando estaba en la preparatoria tomó una clase y se enamoró de esa materia.
“Siempre me han gustado las ciencias. Los laboratorios son interesantes y me gusta analizar las reacciones químicas”, dice.
Como “Dreamer”, Brandon está amparado bajo el Programa de Acción Diferida (DACA) que le permite seguir con sus estudios. Le preocupan los cambios que pueda haber en el futuro con la nueva administración y por eso le urge terminar su carrera.
“Sí me preocupa, pero trato de enfocarme en lo mío y hacer lo mejor que pueda”, platica un poco cabizbajo, pero recobra el entusiasmo cuando le preguntó en dónde quiere trabajar.
“En una escuela, quiero ser maestro de química a nivel preparatoria o colegio”, responde mientras ve al tren de la Línea Dorada que se acerca.
A Brandon se le facilita viajar en el transporte público. Dice que es muy rápido y confiable. Además, con el pase de estudiante, puede trasladarse a cualquier lugar y subirse al tren o autobús las veces que quiera. Paga $100 dólares por cinco meses de servicio.
“Lo compré en agosto y expira hasta febrero, a comparación del pase mensual que te cuesta 100 dólares”, dice.
En general sus experiencias en el autobús y tren han sido buenas aunque en una ocasión se subió al tren y había huesos de pollo en los asientos.
“Sólo me gustaría que hubiera más vigilancia”.
Brandon tiene pensando transferirse a la Universidad de California Davis o San Diego.
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