
Autobús pintado con grafito que forma parte de la exhibición "Art in the Streets", del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles. Foto José Ubaldo/Metro.
¿Sabían que cada año Metro gasta alrededor de 15 millones de dólares para limpiar el grafito de sus trenes y autobuses?
El problema, como dice Héctor Rodríguez, funcionario ejecutivo de Administración y Operaciones de Metro (Executive Officer of Operations and Administration) es muy difícil de erradicar, pese a los esfuerzos que se hacen para combatirlo. “El grafito nunca se acaba, a veces se agrava, otras veces disminuye, pero no podemos dejar de atacarlo porque se saldría de control”, puntualiza.
Según Rodríguez, la suma que se destina para atacar el grafito es muy alta porque la política de Metro es mantener los trenes y autobuses impecables. “Si una ventana está resquebrajada la reemplazamos ese mismo día. Y si vemos una superficie manchada o pintarrajeada inmediatamente la limpiamos porque de lo contrario el problema crece sin límite. Esto se debe a que si alguien pinta su nombre en un asiento o en una pared y se deja así, al otro día llega otro que pintarrajea su nombre más grande para ocultar el del anterior y así se sigue la cadena”, explica.
Rodríguez agrega que el problema se localiza principalmente en las rutas que están cerca de las escuelas. “Aunque hay muchos grafiteros adultos y ‘profesionales’ por llamarlos así, la mayoría de los que pintan y rayan los trenes y autobuses son jóvenes estudiantes. Prueba de ello es que durante el verano, cuando la mayoría sale de vacaciones, el problema disminuye”, dice.
Aunque muchos consideran al grafito como una expresión artística, si alguien es sorprendido mientras dibuja o pinta sobre la superficie de alguna instalación o vehículo propiedad de Metro es remitido a las autoridades. “Tenemos una política muy estricta al respecto porque queremos garantizar que todos los pasajeros de Metro disfruten de un medio de transporte, cómodo, seguro y limpio. Por lo tanto, está estrictamente prohibido que rayen o pinten los trenes y autobuses”, dice el capitán Daniel Cruz, quien pertenece al Departamento del Sheriff asignado a Metro.
Cruz puntualiza que las sanciones y multas se aplican de acuerdo con la gravedad del delito y las circunstancias en que se cometió. En California, el grafito está tipificado como vandalismo, que es un delito que implica el daño o la destrucción en forma deliberada de una propiedad pública o privada sin el consentimiento del dueño.
Si el daño causado a la propiedad es menor de 400 dólares, generalmente es considerado como un delito menor que no conlleva cárcel, pero se tiene que pagar multa y hacer servicio comunitario. Si el perjuicio es mayor a los 400 dólares, se considera un delito grave y el acusado podría ser encarcelado.
El capitán aclaró que, desde el pasado mes de abril, en la Línea Azul (Metro Blue Line) se ha empezado a implementar una política de Cero Tolerancia en contra de esta práctica y de otras como vender mercancías, comer, beber o fumar. “Esto significa que no hay advertencias. Desde la primera vez que alguien es sorprendido haciendo algo indebido se le da un citatorio para que comparezca ante las autoridades”.
De acuerdo con Cruz, la política de cero tolerancia se extenderá eventualmente a todo el sistema de trenes de Metro.
Expresión artística
Pese a que para las autoridades el grafito es no sólo un dolor de cabeza sino un delito, existe una corriente muy fuerte que aboga porque se le reconozca como una expresión de arte popular.
“No se trata sólo rociar spray y echarse a correr”, dice Nate Mingo-Williams, quien es originario de Detroit y es uno de los exponentes de grafito más reconocidos en el país. “Hay que planificar, esquematizar, elegir colores y dibujar”, dice.
Para Williams y otros grafiteros que se consideran a sí mismos verdaderos artistas, la clave para ser tomados en serio consiste simplemente en no infringir las leyes: no se deben tocar casas o edificios que estén habitados o en funciones.
Muchos consideran que el origen del grafito se remonta a la década de 1960, cuando grupos de jóvenes, generalmente asociados a pandillas, empezaron a pintar sus nombres en los trenes subterráneos de Nueva York con el propósito de dejar una huella y de llamar la atención.
El grafito, sin embargo, se remonta a tiempos más lejanos. Hay evidencias de que este tipo de comunicación visual se practicaba entre los antiguos griegos, romanos y egipcios, así como en las civilizaciones mayas y aztecas.
En Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial muchos soldados empezaron a dejar por doquier letreros con su nombre para dejar constancia de su presencia.
Posteriormente, cuando se erigió el Muro de Berlín, miles de personas lo tapizaron con mensajes de paz, libertad y unificación.
Detrás de todo este movimiento, que se ha extendido por numerosos países del mundo, se encuentra simplemente el deseo de expresarse a sí mismo, como dice Samuel Rodríguez, quien ahora es un pintor consumado, pero que empezó como grafitero.
Rodríguez creció en un vecindario de San José, California, rodeado de pandillas. A los 11 años se unió a una de ellas y empezó a pintar grafito porque le gustaba mucho dibujar. Esto le trajo muchos problemas con la ley.
“Yo quería salir de ese círculo vicioso, pero entre más pintaba, más me gustaba y me seguían arrestando”, confiesa Rodríguez.
Finalmente pudo romper el ‘maleficio’ gracias a una visionaria mujer salvadoreña que lo invitó a él y a otros jovencitos a pintar en tela y exponer sus obras en una galería de arte. Para Rodríguez fue un nuevo despertar.
“Me dí cuenta que podía pintar sin necesidad de dedicarme al grafito y además que mi trabajo podía ser expuesto y admirado por mucha gente”, dice Rodríguez, quien diseñó el arte de la estación Jefferson de la Línea Expo.
Exhibición en el MOCA

Chaz corriendo en un callejón cercano a Whittier Blvd en East Los Angeles, 1974, foto de Gusmano Cesaretti. Cortesía: MOCA
Como en cualquier otra forma de expresión, dentro del grafito hay trabajos que pueden ser considerados verdaderas obras de arte.
Con el propósito de mostrar al público estos trabajos, el Museo de Arte Contemporáneo (MOCA) inauguró el pasado 17 de abril una exposición que presenta la evolución del grafito desde la década de los 70 hasta nuestros días a través de las obras de 50 de los artistas más dinámicos de este género incluyendo a Banksy (de Londres), Fab 5 Freddy (Nueva York) Margaret Kilgallen (San Francisco) y Shepard Fairey (Los Ángeles). La muestra incluye pinturas, fotografías y esculturas.
En opinión del director del MOCA, Jeffrey Deitch, la exhibición –denominada “Art in the Streets” es la primera que se efectúa para presentar el trabajo de los artistas con mayor influencia que emergieron de la cultura de las calles en el contexto de la historia del arte contemporáneo”.
Aunque la exhibición, que se concentra en ciudades como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco y Londres, es más un estudio de un fenómeno artístico urbano, la galería de fotos que muestra las obras de grafito le dan al espectador la oportunidad de aceptar el reto de considerar esta forma de expresión como arte. La muestra estará abierta hasta el 8 de agosto de este año.
Pero ya sea que se considere o no como una obra de arte, lo importante es que recuerden que el grafito, si se encuentra en un vehículo propiedad de Metro, es considerado como un acto de vandalismo.
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