Leticia Vázquez es estudiante de la escuela Abraham Lincoln Magnet High School en Lincoln Heights. Todos los días toma el autobús de Metro para regresar a casa y es ahí cuando la aventura de espionaje comienza con sus padres rastreando sus pasos a larga distancia.
“Desde que salgo de la escuela comienzo a conectarme por teléfono con mis papás”, dice la joven, quien en el trayecto de dos horas hace un promedio de 13 llamadas telefónicas.
La primera llamada antes de subir a la línea de autobús 45, la segunda cuando ya está arriba del vehículo y la tercera cuando se baja del autobús. La cuarta la hace en la parada Broadway y Slauson antes de tomar el 108, la quinta cuando ya está arriba del autobús y la sexta para avisarle a su madre que ya está a punto de llegar a su destino. Eso no es todo, la joven hace una última llamada a su padre para avisarle que ya llegaron a casa.
“Las llamadas son para los dos. Para mi papá que está trabajando y para mi mamá que está al pendiente en la casa”, comenta la estudiante.
Este es el último año de Vázquez con esa rutina diaria. Está a punto de graduarse de la preparatoria.
En el pasado la estudiante usaba el transporte escolar para regresar a su hogar, pero hace dos años fue elegible para pertenecer al equipo de atletismo. Fue ahí cuando supo que sería crucial utilizar el servicio de Metro ya que las prácticas se realizaban después de escuela.
“El autobús escolar regresa a los estudiantes a las 3 de la tarde cuando se acaban las clases y yo tenía que quedarme después de escuela a correr. La única manera era aprender a subirme en el autobús público y lo logré”, comenta Vázquez.
Y Leticia se acostumbró a regresar a casa en el autobús. Ya no pertenece al equipo de atletismo, pero ahora se queda a hacer ejercicio en el gimnasio de la institución.
Su día comienza a las 5:30 de la mañana cuando su papá la deja en Bell High School, ahí toma el autobús escolar hasta su escuela. Su jornada termina casi a las 8 de la noche cuando su madre la recoge de la última parada de la línea 108 en Paramount y Slauson.
“Mi mamá ya me está esperando en la parada del ‘bus’ y de ahí nos vamos a la casa”, platica Vázquez.
“En el trayecto pasamos por Chinatown, Sur Centro, Maywood y otras ciudades hasta que llegamos a Pico Rivera”, agrega la joven.
A pesar de que la estudiante pasa por vecindarios con altos índices de violencia no tiene miedo.
Dice que va a extrañar sus paseos en el autobús. Nunca le ha dado temor andar en transporte público aunque ha pasado por “barrios no muy buenos”.
“El tiempo que paso en el autobús es tiempo para mí misma. Me voy escuchando música, veo mi teléfono y también me pongo a hacer mi tarea, siempre alerta de mis alrededores”, dice.
Sus planes son asistir al Colegio del Este de Los Ángeles para obtener sus clases generales y transferirse a una universidad. Leticia es “dreamer” y sueña con ser psicóloga algún día.
El aprender a utilizar el transporte público también la ha lanzado a un mundo que no conocía antes. Ahora siente la confianza de que puede llegar a donde quiera en la vida y en el espacio terrenal.
“Solo necesito el GPS de destinos de Metro y ya sé cómo puedo llegar a diferentes partes”, dice sonriente.
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