Laura Yépez viaja todos los días en tren a su trabajo en Pasadena. En su viaje de 40 minutos desde la estación Atlantic de Metro Gold Line hasta la estación Del Mar ha visto de todo, desde desamparados, gente malhumorada, pasajeros amables, estudiantes, rockeros, personas mayores. Todos en su propio mundo, por eso nunca pensó que durante un recorrido iba a aprender una lección de vida.
“Ese día no lo voy a olvidar porque cambió mi manera de ver las cosas”, comenta Yépez.
La joven, de 23 años, cuenta que hace unos meses se subió al tren, junto con varios pasajeros, y lo primero que vio fue un asiento totalmente lleno de basura.
“Entraron todos. Yo también entré al vagón e ignoré por completo el asiento sucio cuando de repente un muchacho se puso a limpiarlo”, expresa.
Recuerda que el joven recogió toda la basura y la puso en su propia bolsa y luego se sentó cómodamente.
“Estaba bien cómodo cuando una señora se le acercó y le dio las gracias diciéndole que le había dado una buena lección por limpiar el lugar que otros dejaron sucio”, platica Laura.
Para su sorpresa, el joven ni se inmutó ni tampoco le contestó nada a la señora, fue entonces cuando ella entró en acción, le hizo señas para llamar su atención y se dio cuenta que era sordomudo. Por esa razón no le había contestado a la señora agradecida.
“Como yo sé hablar el lenguaje de señas pues me puse a platicar con él y me dijo que lo hizo porque le gusta ayudar a la gente”, cuenta.
Ese gesto de bondad la hizo reflexionar sobre la responsabilidad que tiene como pasajera.
“Yo, como todos los pasajeros, debemos de mantener el tren limpio. Es tu responsabilidad como pasajero limpiar si ves sucio”.
“Yo pude haber limpiado el asiento, pero preferí sentarme en un lugar limpio”, expresó agregando que en vez de criticar, la gente tiene que tomar un papel más activo en la comunidad.
“No es porque no limpien el tren, es porque la misma gente lo ensucia”.
Laura trabaja como asistente de proyectos en una empresa de Planeación Urbana. Cuenta que prefiere utilizar el tren porque evita los costos de un carro y, sobre todo, el estrés.
“En carro me toma 30 minutos llegar al trabajo y en tren hago 40, pero me voy más relajada sin tráfico y sin estrés”, dice.
La joven es graduada de la Universidad de California en Berkeley, donde obtuvo una licenciatura de American Studies con énfasis en ciudades urbanas.
Por el momento se encuentra esperando en ser aceptada a un diplomado y de obtenerlo tendría que mudarse a Chicago.
“Estoy muy entusiasmada. Aquí voy a ayudar a personas de bajos recursos a tener acceso a comidas más saludables para que vivan más sanamente”, expresa.
Del transporte público no se queja. Solo le gustaría que las pantallas que informan sobre los horarios del tren estuvieran en un lugar más accesible para poder aprovechar su tiempo mejor.
“Te tienes que subir a la plataforma para mirar la pantalla y a veces el tren se tarda hasta media hora. Si estuviera en un lugar más accesible podría decir ‘tengo tantos minutos para ir a comprar algo de comer o hacer algo antes de que pase el tren’”.
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