
Fotos: Marilú Meza
José Hernández Cervantes es un jornalero que, junto a su bicicleta, viaja todos los días en Metro en busca de trabajo en las esquinas. No es indigente y eso lo quiere dejar claro. Es un trabajador humilde que frecuentemente es confundido con una persona sin hogar que anda deambulando todo el día en el transporte público.
“Seguridad a veces me confunde y quiere sacarme del tren, pero yo les enseño mi Tap Card pagada con 25 dólares. Todas las semanas compro mi pase semanal por si me sale trabajo lejos de mi casa”, comenta.
José vive en Canoga Park, donde comparte un cuarto con otros compañeros jornaleros. Paga $350 de renta al mes. Diariamente se levanta de madrugada, toma su bicicleta y se para en una esquina con la esperanza de conseguir trabajo para el día.
Generalmente usa Metro Red y Orange Lines cuando le sale una “chambita” por varios días.
“Me traigo la bici para irme al trabajo porque a veces las paradas quedan lejos de la chamba”, dice.
José es un mil usos. Hace de todo, ya sea en la construcción, jardinería, plomería o limpieza.
“En lo que venga. No le pongo peros a nada. Lo que quiero es trabajar”, expresa.
Y esa ha sido la rutina diaria de José por varios años, aunque no toda su vida ha sido jornalero.
Con orgullo dice que es ciudadano estadounidense y que por 15 años laboró en un campo de Golf de Chicago haciendo jardinería. También fue empleado de unos laboratorios en West Hills, donde se encargaba de las labores de limpieza. Pero en una ocasión tuvo que pedir permiso para ir a México por una emergencia y cuando regresó ya no tenía trabajo.
“Yo era muy responsable en mi trabajo y mire como me pagaron. Me dieron dos semanas para irme a México porque iban a operar a mi hijo y cuando volví ya me habían reemplazado”, platica.
Desde entonces no ha podido conseguir un empleo fijo. El trabajador tiene problemas con el sentido del oído. Cuenta que cuando era pequeño se le reventaron los oídos debido a un sarampión y dejó de escuchar bien. Pero su condición ha empeorado a través de los años.
“Es triste llegar a ser lo que soy. Perdí mucho el oído en Chicago por las máquinas de jardinería. Aquí me humillan mucho. Me dicen el sordo en las esquinas y me ofenden, pero yo sigo en la lucha”, dice.
“Fíjese soy ciudadano americano con mucha necesidad de conseguir un trabajo estable. Cada mes tengo que mandarle dinero a mi familia en México. A mi esposa y mis hijos. Tengo dos hijos en la universidad, por eso tengo que apurarle a conseguir trabajo”, explica.
A José Hernández lo encontré en Union Station cuando llegaba de Metro Red Line para transbordar a Metro Gold Line rumbo a Boyle Heights, donde estaba ayudando en la reparación de una casa.
“Del tren no tengo quejas, me gusta el servicio, pero a veces me ven la facha y la humildad y piensan que soy un vago. Por eso quiero dejar claro que siempre pago mi pasaje y que lo que busco es trabajo”, dice con firmeza.
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