Voces de pasajeros: En Metro, Francisca no tiene límites 

Fotos: Marilú Meza/Metro.

Francisca Armenta difícilmente puede caminar. Casi siempre anda en su silla de ruedas mecánica y a veces se apoya en un par de muletas, pero su discapacidad no le impide llegar a donde ella quiera y lo hace en Metro, ya sea en autobús o tren.

No hay día que Francisca no tome el transporte público…para ir al médico, a clases, al mercado, al trabajo y algunas veces hasta Riverside a visitar a varios de sus parientes y amigos que residen en ese condado.

“Todos los días utilizo el transporte público. A diferentes partes porque trabajo en ventas y no tengo destino fijo”, dice Armenta.

Francisca vende los productos naturales de salud Healthy People. Visita varias ciudades en busca de clientes. Algunas veces estaciona su silla de ruedas en una parada del autobús para platicar con los transeúntes y ofrecerle sus productos.

Al final del día regresa ella misma en su silla de ruedas a su vivienda en el Este de Los Ángeles, donde tiene el trabajo de ama de casa pues todavía tiene un hijo a su cargo.

Conocí a Francisca en la calle cuando venía de sus clases para aprender más sobre los productos que vende. Venía en su silla de ruedas desde Huntington Park. Cuenta que del Este de L.A. a H.P. se traslada en autobús o tren dependiendo de su estado de animo.

Pero ya sabe de memoria tres maneras de llegar a su destino.

“Me puedo ir por todos lados. Por el trabajo tengo que repartir mis volantes y hablarle a la gente sobre los productos. Me gusta compartir los beneficios de las plantas medicinales”, dice.

Su primera opción es usar Metro Gold Line. Se sube en la estación Altantic rumbo a la estación Soto donde transborda a la línea 251 ó la rápida 751.

Otras veces se desplaza hasta la calle Atlantic para subirse en la línea 260 hasta la calle Slauson y en otras ocasiones se baja en la calle Whittier para tomar la línea 18 ó la rápida 720 y se baja en la estación Soto.

“Cuando me enfado de un lado, me voy por el otro. De esta manera también conozco más gente”, dice.

Francisca siempre se maneja sola en su vehículo mecánico. Platica que cuando tenía tres años le dio poliomielitis y desde entonces su débiles piernas eran apoyadas por muletas hasta hace tres años que sus extremidades se debilitaron y comenzó a utilizar la silla de ruedas.  Aunque todavía usa las muletas.

Para la señora no es nada complicado viajar en autobús o tren, aunque prefiere el tren debido a que tiene más espacio para acomodar personas discapacitadas.

“No es complicado subirse o bajarse del autobús. El problema es que se han incrementado las personas incapacitadas que utilizan el servicio. Los autobuses no lo suben a uno porque ya van cargados con dos sillas y tengo que esperar otro que tenga cupo”, cuenta Francisca.

“Eso pasa muy seguido. Lo bueno es que en algunos lugares el autobús no es tan tardado”, agrega.

En general la pasajera está conforme con la actitud de los operadores hacía su discapacidad. Son amables y se preocupan por la seguridad de sus pasajeros.

“Ellos se bajan y están pendientes de que subamos al elevador con seguridad. Antes no lo hacían. Ahora se fijan bien para que uno no se vaya a caer de las rampas”, explica.

Y esa es la rutina de Francisca, quien ha viajado hasta Riverside, donde vivió por muchos años. De Metro no se queja, pero de Metrolink lamenta que el servicio sea tan limitado.

“No pasa seguido. Tenemos que irnos a las 4 de la mañana para alcanzarlo y de regreso nomás pasa una vez”, dice.

“Aprende uno a apreciar Metro porque por allá los autobuses se tardan mucho en pasar. A veces solamente pasa uno en todo el día”.