
Fotos: Marilú Meza
Han sido casi cuatro años los que María Elena Azpeitia ha recorrido en Metro las calles de Los Ángeles rumbo a las reuniones de padres de la escuela de su hijo Esteban Sánchez, quién está a punto de graduarse de preparatoria.
Por los menos dos o tres veces a la semana, María Elena utiliza la ruta 251, la que aborda en la esquina de su casa en Huntington Park con destino a la calle Marengo en Boyle Heights, ahí camina dos cuadras a la escuela Bravo Magnet Medical High School.
“Puedo tomar el 771 y después el 111, pero me gusta usar el 251 porque no pago tanto y como no tengo pase del mes… para ahorrarme dinero mejor espero el 251”, cuenta la señora Azpeitia.
María Elena siempre ha sido activa en la vida escolar de sus seis hijos. Siempre atenta a lo que necesiten académicamente y presente en las clases para aprender a ser mejores padres.
“Me gusta estar involucrada y saber lo que está pasando en las escuelas. Aprendo mucho. Este es mi último hijo en la escuela, pero con mis otros hijos siempre fui voluntaria y asistía a todas las clases de padres”, explica la madre de familia.
“Aquí dan clases para tener la autoestima alta, las clases sobre “bullying”, aceptación de género y otros temas. Todo eso me ha ayudado mucho porque uno viene con la mentalidad de los países de uno bien cerrado y aquí uno tiene que abrir la mente y pedirle a Dios ayuda”, agrega.
Para María Elena ser voluntaria y estar activa en las escuelas de sus primeros cinco hijos fue conveniente pues vivía cerca de sus planteles escolares, lo duro fue cuando su hijo menor quiso asistir a una institución especializada que estaba lejos de su hogar.
“Yo no quería. Le dije que ‘NO’ porque estaba muy lejos y le puse trabas, incluso fue mi hija la mayor quien lo inscribió sin mi permiso. Cuando lo aceptaron ya no pude hacer nada y aquí estamos…. ya fueron cuatro años”, platica.
A pesar de la distancia, el tiempo invertido y el costo que ha significado transportarse en autobús a la escuela de su hijo, su esfuerzo ha valido la pena.
Esteban está por terminar la preparatoria y fue aceptado en la Universidad de California Merced en un programa de ciencias que busca encontrar cura a varias enfermedades.
“Me llena de orgullo ver a todos mis hijos en su camino. Yo les he inculcado que se preparen. Yo no los culpo a ellos, pero me dediqué a sacarlos adelante. No he aprendido el idioma. Tengo 35 años aquí y no sé el idioma. Me duele porque no entiendo las orientaciones de la escuela de ellos”, explica la señora María Elena mientras revisa en su celular una aplicación para ver cuánto tiempo va a tardar en pasar su autobús.

Fotos: Marilú Meza
“Mi hija me bajó la aplicación para saber la hora en la que va a pasar. Me gusta porque nunca me falla y allá en la casa también saben a la hora que voy a llegar”.
María Elena es de Jalisco, México. Era maestra y, aunque quería seguir estudiando, inmigró a California a reunirse con su esposo que ya estaba establecido en este país.
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